lunes, 7 de enero de 2013

Testamento.

"Lego a la Humanidad todo el caudal de mi amargura.
Para los ricos, sedientos de oro, dejo la mierda de mi vida.
Para los pobres, para los cobardes, mi desprecio, porque no se lanzan y lo toman todo en un arranque de suprema justicia. ¡Miserables esclavos de una iglesia que les predica resignación y de un gobierno que les pide sumisión, sin darles nada en cambio!
No creí en nadie. No respeté a nadie. ¿Por qué? Porque nadie creyó en mí, porque nadie me respetó. Solamente los tontos o los enamorados se entregan sin condición.
¡Libertad, Igualdad, Fraternidad!
¡Qué farsa más ridícula! A la Libertad la asesinan todos los que ejercen algún mando; la Igualdad la destruyen con el dinero, y la Fraternidad muere a manos de nuestro despiadado egoísmo.
Esclavo miserable, si todavía calientas alguna esperanza, no te pares a escuchar la voz de los apóstoles: su ideal es subir y permanecer en lo alto , aun aplastando tu cabeza.
Si Jesús no quiso renunciar a ser Dios,  ¿qué puedes esperar de los hombres?...
¡Humanidad, te conozco; he sido una de tus víctimas!
De niño, me robaste la escuela para que mis hermanos tuvieran profesión; de joven, me quitaste el amor, y en la edad madura, la fe y la confianza en mí mismo. ¡Hasta de mi nombre me despojaste para convertirlo en un apodo estrafalario y mezquino: Hilo Lacre!
Dije mis palabras, y otros las hicieron correr por suyas; hice algún bien, y otros recibieron el premio.
No pocas veces sufrí castigo por delitos ajenos.
Tuve amigos que me buscaron en sus días de hambre, y me desconocieron en sus horas de abundancia.
Cercáronme las gentes, como a un payaso, para que las hiciera reír con el relato de mis aventuras, ¡pero nunca enjuagaron una sola de mis lágrimas!
Humanidad, yo te robé unas monedas; hice burla de ti, y mis vicios te escarnecieron. No me arrepiento, y al morir, quisiera tener fuerzas para escupirte en la faz todo mi desprecio.
Fuí Pito Pérez: ¡una sombra que pasó sin comer, de cárcel en cárcel!
Hilo Lacre: ¡un dolor hecho alegría de campanas!
Fuí borracho: ¡nadie! Una verdad en pie: ¡qué locura! Y caminando en la otra acera, enrfrente de mí, paseó la Honestidad su decoro y la Cordura su prudencia. El pleito ha sido desigual, lo comprendo; pero del coraje de los humildes surgirá un día el terremoto, y entonces, no quedará piedra sobre piedra.
¡Humanidad, pronto cobraré lo que me debes!...



Y mezcladas con el polvo de la tierra se perdieron, para siempre, las cenizas inútiles de un hombre....

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